Faltan tres días para el gran acontecimiento. Todo está preparado en este encantador paraje de sierra donde se levantan majestuosos tres picachos imponentes. Muy cerca, al pie de las montañas, tres edificios blancos por la cal. De entre ellos, destaca la Iglesia, una pequeña ermita, ahora en silencio, con su coqueto campanario dominando el paisaje, sus tres puertas de entrada, con sus arcos redondeados, y sus tres cruces pintadas en la fachada.
Detrás, protegida del calor por tres frondosos árboles, una pequeña casa de aldeanos con su huerto, donde crecen las hortalizas y los frutos de la tierra y huele a tomillo, hierbabuena y romero. Muy cerca de la iglesia, junto a ella, pero no revuelta, una pintoresca taberna con tres mesas y sillas, que esperan impacientes la llegada de los clientes.
Tres mujeres de mediana edad charlan amigable y tranquilamente. Les preocupa la limpieza y el mantenimiento de la Iglesia, que todo esté en orden para el gran día, festividad del Santo Patrón San Miguel.
Los hombres, mientras tanto, esperan a que el local de tres letras, el bar, abra para poder echar la “ligá”. Charlan animadamente mientras el perro de uno de ellos vigila a las tres cabras que comen hierba de la que crece fresca al lado del pozo. Faltan tres día para la romería.
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